I
En diciembre de 2022 viajé con Vivi a Santa Marta, con la idea de pasar unos días en la tranquila playa de Guachaca y el centro histórico, pero no sabía que nos íbamos a quedar en el Irotama. Fue una linda sorpresa, un regalo que nunca olvidaré.
El Irotama Resort de Santa Marta es un lugar al que no había ido desde que era niño. Conservo poco recuerdos, pero muy especiales, de unas vacaciones con mi familia por allá en los años 90. Antes del internet, antes de los teléfonos inteligentes.
En esta ocasión, nos quedamos en la torre Irotama XXI, que tiene una temática moderna y tecnológica. La habitación tenía una sala entera, cocina y una terraza con vista al mar. Una mañana colgamos la hamaca para relajarnos un rato en este lugar perfecto.

Aquí también se encuentra el restaurante piso 12, donde al llegar, reclamamos una bebida de bienvenida con la idea de disfrutar la vista nocturna, pero estaba lleno. Ese primer día alcanzamos a ver parte del show de la noche, una mezcla de música, luces y color, mientras comimos y nos tomamos un trago.
Un pasatiempo importante para mí, al ir a un resort, es explorar las instalaciones del complejo hotelero apenas llego, mientras hago un listado mental de las cosas que quiero hacer en ese lugar. Por ejemplo, las piscinas o restaurantes que quisiera visitar, o las actividades deportivas o bares que valgan la pena. En el Irotama, dificilmente hay tiempo de hacerlo todo, a menos que uno se quede varios días. Después de dar una vuelta por el complejo hotelero, regresamos al cuarto.
Al día siguiente madrugamos para desayunar en el piso 12, mientras podíamos admirar toda la playa, sintiendo el viento y el sol de la mañana con un típico desayuno colombiano: abundante, colorido y exquisito. Luego caminamos un largo rato, dentro el resort y fuera de éste, y llegamos a un centro comercial abierto que hay cerca y que tiene restaurantes, tiendas y locales de todo tipo. Hay Crepes & Waffles, licorerías y Carulla, entre otras cosas.
Esa semana se estaba terminando el mundial de Qatar, por lo que estábamos buscando un lugar para ver el partido por el tercer y cuarto puesto. A esa hora todo estaba cerrado, por lo que lo vimos afuera de una tienda, mientras nos tomamos una cerveza Águila, en una lata con un tiburón Juniorista que uno no encontraría en Bogotá.
Después de comprar algunas provisiones en Carulla, volvimos al cuarto, fuimos a la playa y luego a la piscina del Irotama Mar. Allí hay un par de bares donde la gente compraba cocteles para sentarse alrededor de la piscina, o en los jacuzzis para pasar la tarde. No recuerdo dónde almorzamos, pero sé que en la noche fuimos al restaurante italiano Chiaro di Luna, donde nos comimos una deliciosa pizza y otro plato igualmente deleitante (creo que era un corte de carne de res).

Después de comer, jugamos ping pong y vimos el show de la noche, antes de volver a la habitación. Al día siguiente, desayunamos en otro restaurante del resort donde hay una barra buffet con todo tipo de alimentos para la comida más importante y más deliciosa del día. Nos sentamos afuera, donde unos pájaros se aprovechaban de cualquier plato que se dejara descuidado. Caminando por el hotel descubrimos un sector con árboles donde hay varias iguanas en una especie de hábitat. También vimos un restaurante de comida de mar y el restaurante “El Búho”, donde hicimos una reserva que perdimos alguno de los dos días. La piscina más grande está bajo el bar Yuluka, que no estaba en funcionamiento.
El día de salida coincidió con la final del mundial entre Argentina y Francia. En el complejo hotelero hay un auditorio de dos pisos que fue habilitado para ver el partido y que rápidamente se llenó con huéspedes que apoyaban a ambos equipos. El momento se daba para entrar a esa gran sala fría con sillas de teatro en pantaloneta y con un coctel en la mano. Al final de los 90 minutos reglamentarios y dos tiempos extra, vi al seleccionado liderado por Messi salir campeón por penales en el Irotama. No me lo creía. Todavía hubo tiempo para conocer las piscinas que nos hacían falta en un otro extremo del hotel y una última cerveza fría con vista de la tranquila playa.
Fueron un par de días muy agradables en este lugar, que cuenta con demasiadas opciones para entretenerse, descansar y disfrutar de unas vacaciones playeras perfectas. El precio de los alimentos y bebidas me pareció un poco alto, pero algo normal para un lugar de este tipo.
II
Después de pasar dos días muy relajados en el Irotama, la idea era visitar Guachaca, una playa justo después del Parque el Tayrona, donde luego de un paseo de menos de diez minutos en moto desde la carretera, se encuentran varios hostales, como Costeño Beach y Los Hermanos Hostel. Nosotros nos hospedamos en Bohemia Beach, a unos minutos de caminata de los otros dos más reconocidos, por esta playa tranquila en la que no hay vendedores ni masajistas, usualmente frecuentada por turistas jóvenes, muchos de ellos extranjeros.
Estos hostales se caracterizan por ofrecer un ambiente de privacidad, aislado de la ciudad de Santa Marta, pero a la vez con bastante actividad nocturna, música y fiesta en los bares que tiene cada uno de los hostales. Cada noche hay planes diferentes y la oferta gastronómica es bastante buena.
En los diferentes hostales hay habitaciones privadas y cuartos compartidos, así como toures y otras actividades populares de la zona. La opción más económica es el cuarto compartido de hamacas. A pesar de funcionar de manera muy similar, cada establecimiento tiene su estilo propio. Algo que me gustó del Bohemia Beach fueron las sillas del bar, que son columpios de madera y cuerda. Tienen un sistema de pago con un brazalete electrónico con el cual uno paga lo que consume en el restaurante-bar. Hay varias opciones de comida para desayuno, almuerzo y comida, y recuerdo que todo nos pareció muy rico.

Mi última visita a Costeño Beach había sido en 2015 y desde entonces la infraestructura de éste hostal en especial se ha desarrollado bastante. Ahora tiene piscina, mucha mayor variedad de tragos y comida, y unos espacios muy agradables. Mi parte favorita de la noche fue recostarme con Vivi bajo una de las mesas que ponen afuera en la playa para ver las estrellas mientras nos tomábamos una cerveza.
Eso, y el regreso de noche hasta el hostal donde nos estábamos quedando, a oscuras y con cientos de cangrejos pequeños e inofensivos apareciendo y desapareciendo por agujeros pequeños en la arena, alrededor nuestro, con el constante sonido refrescante de las olas del mar al lado. En Costeño Beach también hice la siguiente entrevista a Mateo, quien habló acerca de su experiencia en Colombia.
En Los Hermanos, la pizza es muy popular, y también tiene un ambiente muy entretenido en la zona del bar, con mesas de ping pong, hamacas y hasta un tiro al blanco con arco y flecha. Es muy fácil entablar conversación o realizar actividades con turistas de cualquier parte del mundo. Casi siempre hay alguien organizando una partida de ping pong, volley playa o cualquier actividad de integración.

Guachaca me parece un destino turístico muy recomendable por la tranquilidad de la playa y la buena oferta de actividades nocturnas en los diferentes hostales, aunque no es para todo el mundo. No es un ambiente muy familiar, por ejemplo, y los precios varían según el tipo de acomodación. La comida y bebidas están bastante bien y es una opción más económica que los grandes hoteles y resorts.
Para regresar a Santa Marta, es preferible avisar con antelación en la recepción para ser recogidos en una moto, pues la caminata a la carretera es larga. Después, hay que tomar un bus en la carretera que lo lleva a uno al mercado o el aeropuerto. De ida tomamos un Uber desde el aeropuerto, aunque sale muchísimo más caro. De regreso tomamos el bus, donde entrevisté a una pareja de franceses que regresaba del Tayrona. Nos contaron que tenían un cine en Minca, otro lugar mágico que queda no muy lejos de allí, pero que no he conocido.
III
Para nuestra última noche, elegimos un hostal muy popular por las fiestas que hay casi a diario. La Brisa Loca está ubicado en el centro histórico de Santa Marta y es muy frecuentado por extranjeros. Es la tercera vez que lo visito, pues me gusta el espacio que hay en el bar, donde también se puede comer y jugar al billar. Hay televisores sintonizados en canales deportivos y música, un ambiente muy estadounidense. La comida, que es otro de los motivos por los cuales me gusta quedarme allá, incluye omelettes, burritos y hamburguesas.
Hay una piscina en el interior y en la terraza hay un espacio grande con mesas, sofas y una barra donde venden tragos. Por las noches, el establecimiento es frecuentado no solo por los huéspedes sino por turistas que se hospedan en otros lugares e incluso habitantes de la ciudad. En este lugar la rumba está garantizada a diario y está muy bien ubicado para ir a los diferentes establecimientos del centro histórico, dentro de los cuales destaco el bar de rock Crabs, y un lugar cercano donde venden perros calientes en una esquina.

Pasamos la mayor parte de la noche en Crab’s, donde entrevisté a su dueño y creador, Óscar Zuluaga, quien nos atendió muy amablemente en este local, y que estableció en Santa Marta, lo que fue una institución en Bogotá desde 1999. Para disfrutar de una noche con el mejor rock, diferentes ambientes y una completísima carta gastronómica, Crab’s es el lugar perfecto. Aquí parte de la entrevista:
El día de nuestro regreso, caminamos por las calles que conducen al malecón, donde se puede ver el mar, algunos barcos y bastante comercio. También hay actividad en el camino que bordea el mar. Mesas de ajedrez, vendedores ambulantes y locales de comida o bebida. Almorzamos en un restaurante de comida mexicana y recorrimos un poco más algunas cuadras, mientras era hora de dirigirnos al aeropuerto.
Esta parte de la ciudad también se ha desarrollado bastante en la última época. No está de más tener las mismas precauciones, al igual que en cualquier destino turístico, pero considero que Santa Marta sigue siendo un excelente destino turístico, por su cercanía con varios lugares destacados, como el Tayrona, Guachaca, y más allá, Palomino.
