Cúcuta Deportivo – Boca Juniors: semifinal ida de la Copa Libertadores 2007
Cúcuta Deportivo – Boca Juniors: semifinal ida de la Copa Libertadores 2007

Cúcuta Deportivo – Boca Juniors: semifinal ida de la Copa Libertadores 2007

El 31 de Mayo de 2007 se jugó un partido de fútbol inédito y de gran importancia para la ciudad fronteriza de Colombia. El Cúcuta Deportivo venía de ser campeón de la liga local y tenía una nómina de lujo, con la que anhelaba llegar a disputar una final continental por primera vez en su historia.

En frente, estaba el equipo liderado por Riquelme y Palermo. Un Boca Juniors que todavía conservaba parte del equipo que en el año 2000 humilló al Real Madrid para coronarse campeón de la Copa Intercontinental en el estadio Olímpico de Tokio.

Lo que me emocionaba a mí era que iba a ver jugar a Boca Juniors por primera, y hasta ahora, única vez en mi vida. Este fue el motivo principal por el cual mi mamá nos llevó a mí y a mi primo Leo a ver este partido, pues somos los únicos simpatizantes de ese club en la familia.

Todo esto pasó hace 14 años, por lo que tanto las fotos como los recuerdos están pixelados, y con el paso del tiempo se hacen menos y menos nítidos. Al conversar en estos días con mi madre, pude corroborar que aterrizamos en Cúcuta la noche anterior, sin boleta en mano, y que fuimos a comer al restaurante de Hugo Lóndero, ex-futbolista del conjunto “motilón”.

Afortunadamente había una persona ayudándonos a conseguir boletas, pero solo quedaban unas pocas detrás del arco, por lo que nos arriesgamos comprando en reventa, unas entradas en una sección central del estadio, desde donde se podría ver perfectamente el cotejo.

Ese día Boca jugó mal y perdió 3-1, con el panameño Blas Pérez, que hizo dos goles, como figura. Sin embargo, lo que más recuerdo de ese día es la manera como la hinchada del Cúcuta pasaba el tiempo mientras empezaba lo que todos habíamos ido a ver: el partido de fútbol que fue, en mi caso, lo menos anecdótico.

Lo más memorable fue haber compartido esa tarde con la hinchada del “doblemente glorioso,” cuya casa es el Estadio General Santander. Nunca había visto que se viviera la previa de un partido de fútbol como sucedió ese día. Los aficionados que estuvieron ese día, en esa tribuna, actuaban como niños chiquitos. Y eso no tiene nada de malo. Todo lo contrario.

Ya en el estadio nos dimos cuenta que en esa tribuna íbamos a recibir los rayos del sol directamente en la cara, y que por la naturaleza e importancia del partido, tendríamos que acomodarnos varias horas antes para asegurarnos un buen puesto. Bueh, pues es lo mismo que uno ha hecho incontables veces para conciertos y otros partidos: llegar temprano, hacer la fila, coger puesto. Nada raro hasta ahí, ¿no?

Cuando empezamos a sentir calor, lo primero fue buscar agua. En Bogotá estaba prohibida la venta de alcohol en el estadio, por lo que nos sorprendió (gratamente) poder conseguir Cerveza Águila fría.

Luego notamos que la gente se aprovisionaba de muchas bolsas pequeñas de agua. Muchas. “Ellos deben saber cómo es la cosa aquí,” pensamos, y compramos unas también.

Minutos después, ya con el sol golpeando fuerte desde lo más alto del cielo, y con la tribuna llenándose cada vez más, vimos que la gente compraba las bolsas de agua para mojarse unos a otros, y no solo entre conocidos.

Desde el piso de arriba, vimos cómo varios personajes empezaron a echar agua en nuestra dirección y cuando se alborotó aún más todo, empezó a caer cerveza desde arriba. Mi primo, mi mamá y yo no sabíamos qué hacer. “Bueno al menos puede ser refrescante, para el calor.”

Sin importar qué está bien o qué no, fue algo muy llamativo para nosotros, porque en Bogotá este tipo de comportamiento sería completamente insólito. Por mi parte, ese tipo de actitudes espontáneas y despreocupadas siempre van a ser algo preferible a la pena del “qué dirán” y a todo lo que fomente la falta de calidez y la desconfianza, a veces hostil, entre extraños; estereotipo típico del bogotano.

En un momento de la tarde, una de las personas que estaba delante de nosotros recibió una llamada en su celular, lo que hizo que todos los que lo rodeaban se acercaran y empezaran a gritar en coro “Cuelgueee, cuelgue cuelgue cuelgueee” con el ritmo de una barra futbolera conocida.

El ruido era tal que la persona tuvo que colgar, pero en ningún momento, que yo recuerde, se puso de mal humor. Todo lo contrario: le siguió la cuerda a los demás y se unió a la recocha.

Así como era insólito para nosotros que la gente se arrojara cerveza desde la grada de arriba, también creo que era raro ver que todos alrededor nuestro sin importar la edad, rieran como niños jugando en hora de recreo.

Es muy probable que varios de estos personajes fueran abonados y se conocieran, al menos de cara, desde hace tiempo, pero en otras ciudades es más común ver peleas o insultos por un puesto/silla, o porque alguien lleva la camiseta de un equipo que no es el local, que algo así de inocente y para nada malintencionado como echarse agua o reír a carcajadas con desconocidos. Excelente ambiente.

Con todo ese entretenimiento, el resto de la tarde pasó rápido. Anocheció y cuando nos dimos cuenta, los equipos estaban saliendo para los actos protocolarios e inicio del partido. El árbitro era Carlos Amarilla, lo cual resolvió mi inquietud cuando vi un cartel grande que decía algo como “Amarilla, pite con justicia por favor” y que pensé que estaba mal escrito.

Era hora. Saltaron a la grama Riquelme, Palermo, Palacio, Neri Cardozo, Banega, Ledesma (autor del único gol xeneize), Mauricio Caranta, buen arquero, especialmente ese año, junto con una dura defensa de gran experiencia en partidos internacionales. De izquierda a derecha: Clemente Rodríguez, Claudio Morel Rodríguez, el “cata” Diaz y Hugo el “negro” Ibarra.

En frente se destacaban, además de Blas Pérez, Macnelly Torres, el “burrito” Martínez (que tendría una gran carrera y también jugaría con Boca), “Rufay” Zapata (tiempo después múltiple campeón internacional con Independiente Santa Fe), y el especialista de los tiros libres, y que esa noche anotaría el tercer y último gol del Cúcuta, Rubén Darío Bustos.

Acabo de caer en cuenta que las dos veces que vi jugar a Juan Román Riquelme, uno de mis jugadores favoritos de toda la historia, Bustos anotó de tiro libre. En ambos casos el equipo del eterno “10” de Boca empezaría ganando, pero el rival remontaría en el segundo tiempo.

La otra vez fue un Colombia – Argentina por eliminatorias en Bogotá, que empezó con un gol de Messi, habilitado con maestría por Riquelme, y luego Bustos y Dayro Moreno anotarían para el 2-1 final a favor de Colombia.

Como decía al inicio, el partido para mí pasó a segundo plano, pues estaba sorprendido por las ocurrencias, chispa y alegría de los cucuteños, y aún más cuando fue evidente que el equipo local iba a pasar de largo en el marcador.

A duras penas recordaba el marcador, por lo que cuando empecé a escribir esto, busqué un resumen del partido en internet para recordar lo sucedido dentro del campo de juego:

https://www.footballdatabase.eu/es/match/resumen/1080759-cucuta_deportivo-boca_juniors

Afuera había demasiadas distracciones. Recuerdo mucho a una señora que hizo ruido todo el partido con uno de esos juguetes que uno sopla por una boquilla y mueve un palito en el otro extremo (esto era mucho antes de las vuvuzelas que se popularizaron en el mundial de Brasil de 2014). Yo estaba desesperado y solo pensaba en romperle ese aparato y botarlo lejos, porque era un sonido demasiado repetitivo. Mala mía por intolerante.

Al final, ganó 3-1 el Cúcuta. Claramente fue la noche soñada para los locales, que verían cómo su equipo, que había ascendido a primera división para luego coronarse campeón en el siguiente torneo (de ahí lo del “doblemente glorioso”), le ganaba el primer partido de la semi-final a uno de los grandes del continente y tendría una oportunidad inmejorable para llegar a la final.

Boca por su parte, como muchos otros equipos argentinos o brasileños, parecía reservarse para el partido de vuelta, que a la larga les iba a dar el paso a la final y posteriormente su sexta Copa Libertadores de América.

Iba a ser 3-0 en la Bombonera en un partido que se recuerda porque el árbitro le dio inició cuando todavía había mucho humo de pirotecnia que perjudicó enormemente al Cúcuta. Días después, ya en mi casa, vería los dos golazos de Riquelme en la final contra Gremio para otorgarle un título más al equipo de sus amores y que ese día jugó con una horrible pantaloneta amarilla. Pero esa es otra historia.

Nosotros, regresamos a la capital contentos por haber vivido esa experiencia, y por haber podido ver a esos jugadores en vivo, cada uno en ese entonces en un momento diferente de su carrera futbolística.

Muchos de ellos habían logrado o lograrían cosas importantes en el balompié mundial, mientras yo sagradamente los seguía por televisión en esa época de uniandino descarriado. Vea pues.

Como en todo viaje, siempre es revitalizante tener vivencias únicas y nuevas. Fueron solo un par de días y no puedo decir que conozco Cúcuta como tal, pero fue una muy bonita sorpresa poder estar ahí ese día y conocer un poco de la cotidianidad y costumbres de la hinchada motilona.

Ojalá el equipo pronto pueda volver a darle muchas alegrías a todas esas personas de buena energía con las que compartimos ese día. ¡Salud!

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