Quisimos celebrar el cumpleaños número 60 de mi tía con un viaje a Europa. Había un par de ciudades que yo había visitado de manera breve y que pensé que tanto ella, como mi mamá y mi tío disfrutarían bastante: Praga y Budapest. Ella también quería regresar a Florencia para entrar a una catedral de gran importancia histórica, que estaba cerrada la última vez que pasamos por allí. En la iglesia de la Santa Cruz están enterrados personajes como Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo, entre muchos otros.
Adicionalmente, quisimos aprovechar para visitar a mi primo que está estudiando en Milán, y a otro par de amigos. Por último, como de costumbre, me quedaría unos días por mi cuenta, para encontrarme con algunos de mis mejores amigos, con los cuales hemos viajado a diferentes partes del mundo en los últimos años.
De modo que el itinerario empezaría en Madrid, luego Barcelona e Italia (Roma, Florencia y Milán). A partir de ahí nos uniríamos a un tour grupal en bus que nos llevaría a Praga, Bratislava (un par de horas), Budapest, y para mí, la sorpresa del paseo: Viena. Ah sí, fuimos a Andorra también.
Las ciudades elegidas para el último tramo con mis amigos, fueron: Varsovia, Cracovia, Bucarest y Sofia. Todos estos serían lugares nuevos para mí. Mientras escribo este texto, estoy llegando a Polonia por primera vez, siendo éste el punto más lejos del que he estado de Colombia, mi país de origen.
El único inconveniente que ví sería el clima, pues para finales de febrero todavía sería invierno. Temperaturas bajo cero en algunas partes, lo que significa llevar gorro, guantes, una chaqueta gruesa y ropa térmica para estar preparados, aunque no sería tan grave la mayoría del tiempo.
Después de considerar varios itinerarios y fechas, decidimos embarcarnos en esta nueva aventura el 2 de febrero en la confiable aerolinea Iberia, con destino a Madrid. 8 horas de vuelo. Pude ver Oppenheimer y Star Wars partes IV y V mientras tanto.
Aterrizamos de madrugada para dejar el equipaje en el hotel donde mi familia se quedaría, Rincón de Gran Vía, dar una primera vuelta por está famosa avenida madrileña, mientras era la hora de check-in para ellos y yo poder encontrarme con mi amigo que me daría hospedaje durante tres noches, en su apartamento ubicado en la Calle Colombia.
Una de las cosas que más nos gusta, cada vez que visitamos España, es la comida. Desayunamos en uno de esos lugares donde abundan las patas de jamones curados. Después caminamos por un rato, entré a una tienda Primark de varios pisos, y luego me tomé un par de fotos en la plaza donde hay un monumento de Cervantes y su Quijote. Luego planeamos un poco lo que haríamos en las siguientes horas/días, comer un poco más y despedirme de ellos para encontrarme con Pablo, su esposa Claudia y la bella Anita, su perrita.
Mientras esperaba a mi amigo, me senté en un bar para beber la tercera y/o cuarta cerveza del día, con alguna tapa de acompañamiento. En esos momentos en los que estoy solo, en alguna ciudad o aeropuerto del mundo siento mucha apreciación por la vida y los privilegios que nos tocan al azar. Viajar es sin duda, de lo mejor que hay.
Esa noche acompañé a mi amigo a un partido de Padel, donde pude entender un poco más del deporte de moda, antes de ir por un par de cervezas más y a dormir.
Al día siguiente fui con mi tío al Bernabeu, e hicimos el tour del estadio recientemente renovado. Por más que no sea simpatizante del club, es un recorrido que vale mucho la pena para cualquier fanático del fútbol. También se puede ingresar al bar Mahoe sin pagar entrada, si uno solo quiere echar un vistazo a la cancha. Hay muchas variedades de esta marca de cerveza y buena comida.
Luego almorzamos en un restaurante de parrilla Argentina que había conocido en mi anterior visita y caminamos, ya con mi mamá y mi tía, por el parque El Retiro. Al despedirme de ellos, caminé por casi una hora para encontrarme con Pablo y Clau, tomarnos una cerveza y comer milanesas. Recuerdo de esa noche el cielo despejado, en el que pude ver muchas más estrellas de lo normal.
El tercer y último día fuimos hacia el mercado de San Miguel, que para nosotros siempre es una visita obligada, así como la Puerta del Sol, y otro par de lugares por el sector. Los problemas de espalda míos y de mi mamá no nos permiten caminar tan rápido, o por largas distancias, pero tratamos de aprovechar el tiempo de la mejor manera a nuestro ritmo. En ese punto, yo todavía no estaba tan adolorido, pero la molestia iba a empeorar a medida que el viaje avanzó. Esa noche, me encontré con Pablo y otro amigo del colegio para ir a un sitio con temática de sala de cine, donde bebimos y hablamos, como si no hubiesen pasado los años.
A continuación, nos dirigimos a Barcelona para pasar las siguientes tres noches. Guardo recuerdos muy gratos de esta ciudad, pero esta vez sería mucho más especial, pues me iba a quedar con una de mis personas favoritas. Katt emigró a Europa hace unos años y estábamos muy emocionados de volvernos a ver.
Además, el día que llegamos era 6 de febrero, fecha en la cual mi tía cumplió 60. Con la ayuda de Katt, encontramos el restaurante perfecto para celebrar esa noche, después de tomar unos cócteles en el bar donde ella trabaja.
Al día siguiente, madrugamos para ir a Andorra, donde pasamos montañas cubiertas de nieve, gente esquiando y almorzamos cerca de la zona de compras, reconocida por tener precios bajos. Al final, por falta de tiempo, no pudimos recorrer tanto como quisimos ni compramos todo que teníamos pensado.
Por la noche me encontré con Katt, me llevó a un par de bares de buena música, nos tomamos unas cervezas, y terminamos en una discoteca de música electrónica hasta la madrugada. Horas después teníamos que encontrarnos con mi familia para almorzar juntos.
En la tarde del último día fuimos a la playa, pudimos entrar a la Sagrada Familia en la noche y tuve unas últimas horas con Katt, antes de madrugar para el vuelo a Roma en la mañana siguiente.
Esta historia continuará…